Macho Montés: Regreso a las Cumbres de Gredos

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Gredos: un destino privilegiado para la caza cuya historia se remonta a 1905.

Actualmente, Gredos, constituye uno de los lugares de caza más especiales de España. Sus paisajes, los pueblos serranos, la excepcional red de alojamientos disponibles para los cazadores, así como la magnífica labor de gestión en torno al macho montés hacen de Gredos un lugar de referencia para cualquier cazador -nacional o extranjero- amante de la montaña.

Sin embargo, tenemos que remontarnos a 1905 para entender lo que Gredos y su Reserva de Caza significan a día de hoy. Fue en 1905 cuando el conjunto de ayuntamientos y propietarios cedieron los derechos de caza del Circo de Gredos al Rey Alfonso XIII. Años más tarde, el monarca declaraba este espacio como Coto Real y con el apoyo del Marqués de Villaviciosa de Asturias, creaba el equipo de guardas más legendarios conocidos hasta la fecha.

Gracias a ello y al esfuerzo acumulado de todos estos años, a pesar de las dificultades en el camino, las épocas malas del furtivismo, la mala gestión del lobo, Gredos y sus estribaciones continúan siendo uno de los lugares más emblemáticos para la caza del macho montés de la Península Ibérica.

Fundamental “prescouting” antes de la cacería.

Tras el parón que hemos tenido en el último año -justo después de celebrarse la subasta de la Reserva de Gredos, por cierto- las sierras han estado muy tranquilas. La falta de presión cinegética y de montañeros en las cumbres, ha hecho que los animales hayan campado a sus anchas durante meses. Por otro lado, las restricciones de movilidad y el hecho de ser lo más prudentes posibles ante la situación, no nos han permitido subir a la montaña todo lo que hubiéramos querido.

Antes de comenzar cualquier cacería, con independencia del animal que sea o el tipo de trofeo que andemos buscando, nos gusta siempre subir a controlar los posibles “candidatos”, comprobar que las querencias de los animales no han variado y, en definitiva, tener todo lo mejor previsto posible. Por este motivo, un par de semanas antes de que diera comienzo nuestra cacería, subimos a ver machos. ¡Qué sorpresa poder comprobar las poblaciones tan generosas de machos que había, así como la calidad excepcional de algunos de ellos!

Preparados, listos… ¡ya!

Tras mucha espera, por fin había llegado el momento de regresar a cazar a Gredos con un cliente muy especial y fiel a Camino Real Hunting Consultants. A lo largo de los años, hemos tenido el honor de poder organizarle alguna de las cacerías de montaña más espectaculares del mundo y Gredos no iba a ser menos.

Cazaríamos en la ladera norte, donde generalmente, existe la tendencia a pensar que los machos son más grandes. Llegando allí la víspera de la cacería, pudimos disfrutar de una cena estupenda en el hotel y planificar lo que sería el día siguiente. El hotel es un antiguo secadero de lanas del siglo XVIII totalmente reformado que ofrece a nuestros clientes unas instalaciones y un servicio extraordinario. Además, no debemos olvidar el enclave en el que se ubica, dando vistas a toda la sierra de Gredos.

¿Qué esperar de una cacería de primavera?

Más allá que el pelo de los animales no esté condiciones óptimas -como si sucede cuando los cazamos en otoño e invierno- cazar machos durante la primavera, no ofrece más que ventajas.

Con los primeros brotes verdes, los machos monteses se bajan de las zonas más altas a reponer fuerzas del frío invierno. Las temperaturas son relativamente más cálidas y los días más largos, lo que permite al cazador disfrutar más de la montaña en unas condiciones mucho más favorables. Además, los machos se juntan en grandes toradas en las que no es extraño ver entre 30 y 50 machos juntos. Las veredas, estarán casi seguro libres de nieve y, en consecuencia, la subida y el rececho final suelen ser más sencillos. Los piornales, ya en flor, ofrecen unos paisajes dignos de admirar.

A quien madruga, Dios le ayuda.

Los días en esta época del año obligan a uno a empezar a cazar muy temprano. Al amanecer y durante las dos primeras horas de luz, es fácil localizar las partidas de machos en las zonas más bajas de prados, aprovechando el fresco de la mañana.

El termómetro marcaba 4°C y la mañana estaba muy serena. En los altos, los restos de nieve caída el día anterior reflejaban los primeros rayos de sol, alumbrando las zonas de mayor altitud. Al poco de comenzar a andar y justo en el límite de los 1.600 metros, comenzamos a ver los primeros grupos de machos monteses. Había partidas compuestas por varias decenas de ejemplares, en su mayoría jóvenes o de ración repartidas por todo el territorio que dominábamos -que no era poco-. Pese a que algunos mostraban un futuro prometedor, con unas calidades excepcionales, tardamos un par de horas de subida en localizar los primeros machos que podían merecer la pena.

Conforme la temperatura aumentaba poco a poco, los grupos de machos comenzaron a moverse, en retirada hacia zonas más altas. Siempre me llama mucho la atención que aunque parece que van despacio, avanzan a toda velocidad y cuando uno quiere darse cuenta, resulta que los bichos han traspuesto la ladera.

A base de “culo y catalejo” por fin localizamos el macho que andábamos buscando. Iba en un grupo enorme, de unos 40 machos, que a su vez se repartía en dos grupos. Nuestro macho, claramente hermanado con otro de similar tamaño, destacaba muy por encima del resto del grupo. El mirón nos permitió ver que se trataba de un macho de unos 12-13 años y que cumplía con todos los requisitos para ser un buen macho. A 475 metros y de careo hacia zonas más frescas y de mayor altitud que nosotros, dejamos que se retirara hacia la vertiente siguiente para poder atacar.

Comenzaba la entrada, subiendo a pico por una zona de piornos bastante inclinada. El viento -cambiante todo el rato- y la cantidad de animales complicaba la aproximación. Ya desde arriba, y adivinando las puntas de los machos ocultos en el piornal, el viento truncaba nuestra jugada. Cargados de aire, los machos ponían tierra de por medio y desaparecían hacia un collado. Sin tiempo que perder y de nuevo con el aire de cara, lo intentamos de nuevo hasta colocarnos a 270 metros de distancia. Pese al mal apoyo, o la casi ausencia de este, nuestro cazador, acostumbrado a este tipo de situaciones, se hacía hueco entre dos rocas y con una facilidad envidiable, se hacía con este precioso macho que con 12 años y unos grosores muy decentes entraba en oro.

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Preparados para las siguientes cacerías.

Poco a poco, con el aumento exponencial del número de personas vacunadas en España y en el resto del mundo, las fronteras comienzan a abrirse. Invitamos a cualquier cazador extranjero que quiera unirse a nosotros que se ponga en contacto para que podamos informarle sobre los requisitos necesarios para poder entrar en el país. Para algunos países, el acceso es muy sencillo y basta con una prueba negativa PCR.

Con respecto a los nacionales, con la reciente apertura de la movilidad, prácticamente todo el que quiera puede optar a cazar con nosotros. Así que, lo dicho, quedamos a vuestra entera disposición. ¡Ojalá podamos seguir haciendo cumplir los sueños de muchos de vosotros!

Un abrazo y buena caza.

Álvaro Mazón (Jr.)

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